miércoles, 11 de abril de 2018

Entre jaras y olivares (2)


La culebra multicolor de senderistas por entre jaras y olivares ha llegado a La Code, la comida es entre peñas, el chupito de aguardiente carraspea, los manteles recogidos, la flauta y tamboril anuncian fiesta, la música está servida. Señores, pasen y bailen. Unos bailan la Jota, otros charlan o dormitan…, mientras los rapaces el Bugallo y el Lagartijo se han enzarzao en una pelea de rapaces azuzados por unos y por otros:
- Lagartijo, ponle la zancadilla –gritaban unos.
- Bugallo, trábale la pierna y túmbalo –gritaban otros.
- Lagartijo, agárrale por la camisa –incitaban los unos.
- Venga, venga, Bugallo, tírale del tirante – azuzaban los otros.
- Lagartijo, tírale de las greñas –chilló uno de los unos.
- Bugallo, tápale los ojos –gritó otro de los otros.
- ¡Venga, venga, Lagartijo!,
- Venga, Bugallo, ¡venga!
Se acercaron el alcalde, el tío Antaño y el tío Lesnas a separarlos, diciéndoles:
- Pero, ¿por qué os pegáis?
- Si no nos pegamos, estamos echando una vuelta a ver quién tumba al otro.
- La culpa la tiene él, –dijo el Bugallo- que le enseñé en secreto un nido de revalva con tres huevos y después él se lo enseñó a Pepe el Conejo.
- Él hizo lo mismo con un nido de verderón que le enseñé con pájaros en carninas.
- Y ¿qué tiene de malo que enseñéis los nidos a los amigos? –dijo el tío Antaño.
 - Esto son secretos con juramento entre amigos –respondió el Bugallo.
- ¿Y cómo es ese juramento? –preguntó el alcalde.
- Antes de decirle yo el secreto del nido, -dijo el Bugallo- él cruza los dedos así: el dedo índice formando cruz con el dedo gordo y dice: “lo juro por esta Cruz bendita”, él besa la cruz y entonces yo le digo el secreto.
- ¿Y si no guarda el secreto? –preguntó el tío Antaño
- Pues que comete un pecao –contestó el Lagartijo- como hizo este cricas.
- Y tú mocoso –dijo el Bugallo haciéndole momos con la lengua y la nariz.
- Pero no decíais que estabais jugando –dijo el Lesnas.
- Bah, con este gaita no se puede “juegar”.
Así eran los juegos y los pataleos de aquellos rapaces. Y eran felices jugando y riñendo como amigos. Y estos desgarramantas no hicieron las paces, continuaron jugando como si nada hubiese pasado, porque estas peleas eran su juego.
En este momento vieron un nido de rabilarga en lo alto de un roble muy delgado y para decidir quién trepaba al nido el Bugallo lo echó a suertes silabeando el sonsonete:
¿Quién tiró ese pedo
que huele e a caramelo?
Al tu-ru-ru-rú
que fuiste tú.

¡Zas! y le tocó trepar al más enclenque, al Zarajuelles. Cuando estaba éste en lo alto del roble los otros zarandeaban el roble para asustarlo y el Zarajuelles les gritaba:
- Repuñeteros, no sacudáis el árbol que me espantáis la pájara.
- Venga, venga, a espantarle la pájara. El Zarajuelles bajó enfurruñao y dijo:
- Ahora me voy. Y los rapaces le cantaron:
Se va el Caimán
Se va el Caimán.
Se va pa La Solijera
Se va, se va y no vuelve más.
Así curaban los berrinches y los cuajos entre aquellos renacuajos. Mimos no.
El baile se ha terminado, los senderistas entre guindales y cerezos en flor retornan tranquilamente al pueblo y La Code se queda solitaria. Es una tarde templada de abril.
En esta tranquilidad los senderistas Manolo y Adelaida se sientan sobre una lastra a la solana de unas peñas mirando al Duero. Él la cogió de la mano, no por costumbre, si no por primera vez que tiene mayor emoción, y dijo:
- Adelaida, esto es grandioso. Sí, esto es grandioso, Adelaida - Ella calló mirando al Duero.  A Manolo le gusta repetir el nombre de Adelaida.
Él, mirándola, se olvida del cañón del Duero y posa su brazo por encima del hombro de Adelaida y al mirarla ve en ella unos ojos grandes como soles que se han vuelto con ternura hacia él. Algo flota entre ellos. Este gesto de aproximación fue la síntesis de este momento, un mundo de luz dentro del ya mortecino atardecer de la tarde. El aguadel Duero lo llena todo de energía, energía que vivifica también a los dos y esta energía cósmica que ha llenado todo el cañón desde su origen a lo largo de siglos, de soles y de lunas, de estiajes y riadas, de luces y de sombras, de catástrofes y bonanzas, de victorias y derrotas, hasta que hoy puede decir él a ella:
- Te quiero. Ella giró la cabeza y clavó sus ojos en los de Manolo, luego apoyó su cabeza en el hombro de Manolo provocando en él un estremecimiento como si todo el promontorio de La Code se hubiese desplomado hacia el Río. Se sintió estar lleno de soles, lleno de ojos negros, lleno de una sola mujer. Ahora Manolo bendijo el impulso de haber venido al Senderismo, a La Code, haber visto jugar a los rapaces de Mieza, de estar en esta escena con Adelaida, nueva para él, pero escena repetida aquí todos los atardeceres durante siglos, mientras el Duero tallaba estos picones grandiosos.
Ella le acarició su cabeza y él emocionado atrajo y apretó el hombro de Adelaida contra él. Ella tenía los labios entreabiertos como ofreciendo una promesa, como una entrega a plazos. Él rodeó su cuello con el brazo, acarició su pelo y sintió este momento como definitivo y quiso hacerlo eterno. Así, tan pegada a él, como si fuera otra cabeza suya, con dualidad de pensamientos, de deseos, caras, ojos.
El arrebol de las nubes del crepúsculo, heridas por el sol moribundo, teñía de oro la cara morena de Adelaida y el sol, cansado y herido, se hunde en el horizonte para que los hombres por la noche deseasen otro sol. Se había hecho tarde. Las sombras ennegrecían el cañón y se habían elevado hasta lo alto del abismo, del abismo del olvido, del olvido absoluto de sí mismos, el cero absoluto del olvido. No sentían la frontera que mantiene el rigor entre lo que pensaban, sentían, deseaban y lo que les estaba permitido pensar, sentir y desear. Volvió a mirar los labios entreabiertos de Adelaida, miró a sus ojos y se encontraron sus miradas formando dos líneas rectas.
  • no… lo, -silencio inquietante-, eres un sentimental emocionándote con el Río. Ella se esforzó por estar seria, pero le falló el esfuerzo y comenzó a reír. Y rieron los dos como niños.
- No, Adelaida, ahora me emociono porque estás tú aquí, ahora, en La Code,en…
Un sentimiento, aún no escrito, estalló en el aire como fuego de artificio y retumbó sin sonido a lo largo del cañón multiplicándose en miles de ecos indefinidos.
Un mochuelo encendió sus ojos de amarillo y “maulló”:
Es La Code
un sendero y un temblor,
un altar de enamorados,
un: -Te quiero.
-Ay amor,
regálame un verso,
con impulsos insolentes,
 prohibidos y deseados...
Con tus ojos dame el beso.
Y un buitre graznó
-¡Silencio en mi santuario. !
Estos versos se esparcieron por el aire como pétalos de rosas y fueron a posarse suavemente en los cuatro miradores de La Code. Está naciendo un nuevo sendero de vida en La Code, sendero humano. ¿Será esto el sabor del amor de pueblo?
Esta fantasía irreal está hecha ya constelación durante años a lo largo del camino de La Code porque éste camino ha sido el paseo de todas las mocedades durante siglos en los domingos de cuaresma cuando los dos salones de baile estaban cerrados.
Por todo esto La Code es sendero, es travesura y es juego, es canto y algarabía, es baile, es música y poesía, es brisa y es en-amor.
Por esto el camino de La Code también es nostalgia para el abuelo Antaño.


jueves, 5 de abril de 2018

A Mieza entre jaras y olivares


Abuelo, dicen que van a venir unos señores a andar por Mieza.
- Y ¿qué es eso? preguntó el abuelo Antaño.
- Nada, andar por Los Olivares.
Uy, rapá,  eso lo hice yo muchas veces.
Vamos a ir un grupo de rapaces del pueblo, el Saltamontes, el Bugallo, el…,
- ¡Qué pena, ya no soy rapá como vosotros para ir yo también! –dijo el abuelo Antaño- Os acompañaré hasta el Valvolacino, vosotros bajáis con ellos por el camino de La Aceña y yo me acerco al Mirador en La Code y desde allí os veo.
En el Mirador de Unamuno, porque el promontorio de La Code tiene cuatro miradores, el de Unamuno precipitante hacia el Cachón, el de la Virgen de La Code hacia el Duero, el mirador de la Bandera en lo más alto cota 626, y el del tío Paco mirando hacia Las Arribes, se juntaron varias personas que remisas de hacer sendero lo contemplaban desde este Mirador de los mirones.
Estos mirones miran y admiran la amplitud de este grandioso Cañón esculpido por el Río. La perspectiva salta del picón de La Bodega al meandro del Cuerno, de Los Reventones a los ceñudos y soberbios picones de Portugal, al Llanito la Pulida, de aquí al pasil en La Nogal sobre el Arroyo Cachón, al Castañar, a Las Arribes, esas enriscadas Arribes de la Parte Arriba. Abajo en el fondo, El Cachón, donde el Duero espumador molía su barba blanca de espumas recitando romances.
Un mirador exclamó:
- Vive Dios que me espanta esta grandeza…
Observan también la culebra multicolor de los senderistas, que a veces se alarga, o se comprime y retuerce en los resayos, se desgaja y se rompe en los repechos o se pierde entre jaras y olivares. ¿Tropezones? Algunos. Las olivas, pero si ya no hay olivas, están asfixiadas por escobas, zarzales y zambuyos. Senderistas, ¡que no os engañen!, en los olivares ya no hay perales ni guindos en flor, ni lagartijas, ni lagartos, ni cantan los pájaros, Emigraron con el hombre. El abuelo Antaño pensaba, ya no hay camino en los olivares ¿a dónde iría el camino?, el Duero no ruge ya sus violonchelos en el Cachón inundado 25 metros bajo el agua del embalse de Saucelle. El abuelo cerró sus ojos, tiene otro mundo dentro de él. De sus ojos brotó una lágrima que rodó por su cara reseca por aquellos olivares y por aquel viejo Río tronador que ya no es río.
Con los ojos enrojecidos volvió a mirar la cola de la culebra sinuosa multicolor que acaba de escolarse por La Gontina emergiendo a lo llano donde sí encontrarán cereceras y guindales en flor, tomillos y una alfombra de retamas blancas que cubren el llano hasta los tesos. La culebra pasará por el Vallebache, volverá a cruzar el Arroyo Cachón y pasará al lado de la Fuente del tío Capacho frente a La Palla hasta la Resbalina.
Al poco rato comenzaron a llegar los primeros senderistas a La Code ya exhaustos y pidiendo la pitanza prometida.
Y en este momento por el zigzagueante y reventón sendero que sube del Llanito La Pulida a la Plazuela de La Code trepan en caraba cinco rapaces como una bandada de gorriones, vienen descamisaos portando ramos de brezo, el hurde florido que han cogido allá abajo entre los peñascos a la orilla del Duero. Suben sudorosos y haraganes con la camisa fuera de sus pantalones cortos sujetos con un tirante a modo de correaje por la espalda y por el pecho, el pelo revuelto, el que no lo tenía cortado al cero, y alguno descalzo con las zapatillas colgadas al hombro para no gastarlas. Suben gritando:
El que va delante,
burro caminante.
El que va detrás
lambe las cagás.
Esto lo decía cada rapá al que le seguía, y como ninguno quería ir detrás, todos intentaban adelantar al que iba delante dándose codazos por el angosto camino empedrado, atrochando y brincando paredones. ¿Tropezones? Ninguno. El abuelo Antaño pensó, ¡ay si se enteran sus padres!, tendrán por la noche cena de regañina, azotaina o un cintazo en el culo, porque el Duero es un ogro para los arribeños. Así de libres volaban, así de traviesos y rompedores eran aquellos rapaces. Los mirones del Mirador sorprenddidos comentaron la escena más que la del sendero. Eran el Bugallo, el Saltamontes, el Zarajuelles y otros. El Abuelo Antaño extrañado les preguntó:
  • Se reían de nosotros, porque no llevamos playeras ni viseras, como ellos.
  • Vosotros sois de pueblo –dijo el tío Lesnas.
Luego como no les daban comida a ellos porque no tenían tickets El Bugallo le dijo al señor alcalde que bailaban si les daba un bocadillo. El alcalde les dijo que sí. Acto seguido el Bugallo y el Saltamontes saltaron a una peña alta al lado de la cabaña y bailaron cantando mientras los otros tres palmoteaban en el suelo:
Al tango tarango y tango
al tango tarango y tén,
arriba la cafetera
y abajo la del café.
Yo tenía un peine…

La gente aplaudió a rabiar y brindaban por ellos. El Saltamontes le dijo al alcalde:
  • Si nos dais una perronilla os la cantamos otra vez …
El abuelo Antaño, un tanto confuso les invitó a coger cacarroyas entre los robles y peñas del promontorio de La Code.
Al lado estaba un rapá que no quería el bocadillo de chorizo porque dijo:
- Es que, las aceitunas no mi gustan, el chorizo mi pica y el tocino mi ripugna.
- Ese rapá no es de Mieza –aseguró el tío Lesnas.
- Ese es de Mojigangas –saltó el Zarajuelles.
- Ya me paecía a mi –dijo el tío Recebojos.
Terminada la comida, saboreadas las aceitunas de Mieza, dos vasos o más de vino, copa de aguardiente y café, los rostros de los senderistas brillan tornasolados por la luz del sol y por la fuerza del vino. Faltaba esto: el tamborilero tocó una y mil veces la vibrante JOTA DE MIEZA y todos los senderistas cantan”El Vai-vén de los dos” y danzan esta alegre jota. ¡Qué bien suena la flauta en La Code a golpe del corazón!


AL VAI-VEN DE LOS DOS

Sopló la brisa de abanicar,
besé tu cara “encarná”.
Y así son los mis amores
y en Mieza bailando están.(bis)
El aire que tienes, la sal que le das
mueven la veleta de nuestro bailar.(tri)
Tú a mí vienes. Yo a ti voy.
Tú a mí vienes.
Al vaivén, al vaivén de los dos
Que bailamos tú y yo.
- Ay, cuando las mocitas de Mieza crían colores -musitó el tío Antaño.
- Se les pone la cresta colorá y la cara arrebolá  –añadió el tío Lesnas-
Esta Jota la recuperó Eloy García el Civil, “la auténtica, la de Mieza”, como dice él, la que tocaban en los años 1900 y 1930 los tamborileros del pueblo, el Zambo hermano del también tamborilero Baltasar, el Tío Elías el Calvito.
Eloy, tú me dedicaste la música. Yo te dedico laletra. Ha sido necesaria una letra vibrante y cortada a la viveza de la música.
Eloy, hay que hacer esto con la bella melodía del pasacalles “La Alborada”.
-Y limpiar La Code de política, señor alcalde. –estalló el tío Lesnas.

Continuará este senderismo del Bugallo y del Saltamontes.